lunes, 30 de noviembre de 2015

Un momento huacho

Traje a Berlín, entre otras pocas cosas de ellos, las castañuelitas que usaba Josesito (sic) cuando estudiaba danzas españolas. A veces Tilo trata de sacarles algún sonido. Todavía son grandes para sus manos.

Una de las dos castañuelas quedó sobre mi escritorio. Es un objeto bello. Es oscura, suave, fresca. Supongo que es de madera, aunque no estoy segura. También podrían ser de hueso si existiera el hueso negro. Ya son chicas para mis manos. Pero igual puedo pasar el dedo por la correa gastada pero sólo un poco gastada, nadie diría que estas castañuelas fueron usadas hace más de cincuenta años. Josesito practicando en un patio de Caseros del que huye la luz. Argentina guardó las castañuelas y las botitas de flamenco y el traje y el misal de la Primera Comunión. Pero ella no era española ni católica. Los guardó, pienso ahora, como souvenires del ascenso social.

No tiene olor a nada la castañuela, es decir que tiene olor a mi casa.

No es como una foto o el recorte de La Razón que reproduce la carta que firma Matías Responsable Militar Columna Oeste. Este objeto estuvo en sus manos, en sus manitos, muchas horas de su infancia. Josesito, mi hermanito perdido. Vení, nadie va a encontrarte debajo de la Bettdecke de invierno que es tan gruesa, acá en mi departamento de Berlín.

Anoche miré a Tilo un largo rato después de que se durmió. Buscaba las diferencias con las fotos de Comunión de Josesito. La nariz. Y no encontré más.  

sábado, 21 de noviembre de 2015

LUCHO Y VUELVO

Me tiene loca no saber la fecha de inicio del Aerojuicio. Porque se me junta con el Retorno a la Patria.

(Ay, lo que me acaba de pasar, se me fueron los dedos y escribí Patricia en vez de Patria, ay!, lo acabo de hacer otra vez, Patricia Patricia Patricia, hola, ¿querés decir alguna cosa o puedo seguir? Gracias).

Se me junta con el Retorno a la Patria (¡muy bien!), decía, y con el ballotage que también me tiene loca, y con el miedo a no poder comprar pasajes después del domingo porque haya una devaluación, un corralito, una implosión del sistema financiero.

Lo cierto es que

LUCHO Y VUELVO

¿Retorna la Princesa Montonera a la Patria para deleitarnos con sus aventuras en la Disneylandia de los Derechos Humanos del Kirchnerismo Tardío o por el contrario para conducir a su Pueblo Montonero en la batalla contra el Mal? Lo segundo es más épico y narrativamente mucho más fácil y menos interesante. Lo primero, porfi, que sea lo primero.


viernes, 20 de noviembre de 2015

Ahora milito el post-hijismo

Una cosa divertida de la vida académica es el clima de estudiantina que se da en los congresos y talleres que duran varios días. El primer día no conocés a nadie, pero a fuerza de compartir cada minuto de las normalmente extenuantes jornadas, cada desayuno, cada almuerzo, cada cena, cada ponencia, las atrapantes y las somníferas, cada discusión apasionada (esto si hay argentinos, sino no) y cada silencio incómodo, para el momento de la despedida, el ánimo general es de micro a Bariloche. Aunque el tema de la conferencia sea siniestro, o precisamente más aún cuando lo es.

Así conocí a Patricio Pron, autor de un libro que me gusta mucho y que es primo del Diario. El suyo se titula El espíritu de mis padres sigue subiendo en la lluvia, pero contrariamente a lo que el título sugiere, los papás en cuestión están vivos (grrr... siempre me da bronca que otros tengan padres). Patricio está escribiendo el prólogo para la edición española de mi libro. Ah sí, el Diario de una princesa montonera se publica en breve en España.

Lo que quería escribir acá para no olvidarlo: que hay zonas de experiencia comunes que no coinciden con las categorías con las que desde la academia, las leyes, el periodismo, se trata de dar cuenta de nosotros, los no mal pero injustamente llamados "hijos". Ah sí, ahora abjuro del término "hijis", no en vano pasaron todos estos años en los que me dediqué a tratar de desmenuzar estas cuestiones con todo el poder analítico de mi mente. Hay experiencias, decía, cualitativamente similares que desbordan, en los casos comparados que traigo a colación, nuestras condiciones de "hija de desaparecidos" e "hijo de militantes". El problema, una vez más, es el hijismo. ¿Por qué sólo nosotros somos hijos-de, si todos somos hijos de alguien? ¿Eh? ¿EH?




martes, 17 de noviembre de 2015

La tesis

Abrí este blog en el 2009 para relatar los acontecimientos vinculados al temita. Narrativamente encontró un final con el viaje a Alemania, a la ciudad con castillo en la que finalmente sólo viví un mes y trabajé cinco. No lo cerré, no me privé de escribir cuando me vino en ganas, pero nunca fue mucho.

Hoy comprendí por qué.

Porque ya no hay un acontecimiento vinculado al temita que pueda aislar de mi vida para hacerlo materia de este relato. Lo que hay, y me odio por eso, es una vida de verdad 100% atravesada por el temita. Porque lo hago for a living. Tendría que hacer el blog inverso: lo que hago cuando no estoy escribiendo la tesis, corrigiendo un artículo, intentando entender lo que sucede en el campo-ghetto del detenido-desaparecido que me acabo de enterar ayer por qué se le dice así, al detenido-desaparecido, siempre hay niveles de especialización más altos por conquistar.

Eso, un blog temita-free, sería una cuenta de instagram con fotos de Berlín y, quizás, fotos de un bebé/niño. Ah sí, tuve un hijo.

Bueno, no, 100% terrorismo de estado no.

Pero un buen porcentaje.

No sé cuánto es un buen porcentaje.
Cuánto porcentaje de horror por día se puede aguantar.
Cuán lejos se puede arrojar el horror en el día a día
para poder leer
y mirar fotos
y escribir
sin morirse, literalmente morirse
de dolor
de tristeza
sin que te vuelva como un boomerang
en forma de una niebla permanente
en la que quedan sumergidas las cosas y las personas
porque para no sufrir
hay que no sentir
así de fácil
disculpen si suena todo un poco de autoayuda
pero es una verdad clara.

Pasión y amor, escribió Marie. La última vez que sentí eso sobre mi trabajo fue acá. Me encantó mi trabajo en la universidad alemana de excelencia, fue una experiencia alucinante, a todos los colegas les mando un besito muy grande, pero pasión y amor, pasión y amor es acá.

Sin el blog no voy a terminar la tesis. Así que hola. Vine a terminar mi tesis sobre el temita acá con ustedes.


miércoles, 17 de junio de 2015

Aerojuicio 2016

A todo esto elevaron a juicio oral la causa contra los tres aeromilicos imputados por el secuestro de mis papis y cuando digo secuestro lamentablemente es literal, ése será el único cargo ((carita triste)).

Eso significa que en algún momento de 2016 viviré jornadas de gloria militonta. Declararé en el juicio, asistiré a las audiencias y miraré a los milicos y sus familias desde lo alto de mi pedestal moral y político, atenderé a la prensa nacional, internacional y extraterrestre y no faltará ocasión de elevar los dedos en V y gritar los nombres de mis papis y el consabido presente. Me habré mandado a hacer una remera con sus fotos, o unos pines, o tatoos con sus jóvenes rostros. Oh, serán días de embriaguez justiciera...

O quizás me pase lo que dure el juicio con anginas, odiando al mundo desde la cama. O quizás ni siquiera esté en Buenos Aires. Quizás lo siga a través de las redes sociales, puteando todo a la distancia, enojada si va la militoncia derechohumanística y más enojada si no va, diseccionando cada nota si las hay y prendida fuego si no hay ninguna, furiosa con Gustavo tanto si se presenta como querellante como si declara como testigo de identidad reservada, pero acá, en mi exilio verde-gris berlinés, parapetada detrás de las copas de los tilos.


* Si hay "Megacausa" puede haber "Aerojuicio". Ya se habla de T2D. No hay límites para la imaginación popular. 



sábado, 13 de junio de 2015

Caras de Exma

 Adentro de la Exma disertando sobre fantasmas de desaparecidos el día del aniversario del secuestro de mis papis, un plato. 6 de occctubre de 2012.


Adentro de la Exma. Muestra de Lucila. Marzo 2013.

En Berlín para la inauguración del museo o whatever en la Exma, Mayo 2015.

¿Cuál les gusta más? ¿La chica científica decontracté que se resiste al trajecito? ¿La artisssta que siente mucho y se pone cualquier mamarracho? ¿La víctima en pijama que la pasa mal, se saca selfie pasándola mal, le pone un filtro y la sube a instagram?

Sepa el pueblo votar. 

Berlín es una ciudad construida en medio de un bosque. Los parques, las plazas, las riberas del río y los canales, todo reverdece tan salvajemente en primavera que da la sensación de que es el cemento el que se cuela entre las grietas de lo vegetal y no al revés.

Ahora ya es verano. Anocheció dos horas antes de lo habitual. Hay tormenta. Los tilos de la avenida se sacuden con furia. 

En Berlín siempre se ve el cielo. Las calles son anchas y los edificios, bajos. El cielo casi nunca está celeste. En invierno es invariablemente gris. Todos los días. Durante varios meses. El cielo de verano es una fiesta de nubes. Hoy no. Hoy es plomizo, como dice en las novelas. 

La lluvia golpea con tanto escándalo que parece granizo. Pero no. Son gotas gordas y pesadas que el viento empuja a altísima velocidad. 


lunes, 1 de junio de 2015

Matienzo - 1

En el departamento 1 vivían tres viejos. Dos hermanas y un marido. Coca y Porota ellas, algo como Pancho él. Coca tenía un nombre normal pero Porota se llamaba Menester. Contaba, todavía muy apenada, que su padre había querido inscribirla como María Ester, pero el empleado del registro civil no lo escuchó bien o tenía un humor muy particular, y anotó Menester. Menester Martínez. Siempre le dijeron Porota. Porota era la esposa de Pancho. Ellos eran los que estaban peor. Casi no caminaban. Pancho además no oía bien. Coca, en cambio, podía cruzar a comprar pan o alguna otra cosa mínima. Nadie los visitaba. Coca era soltera, pero Porota y Pancho tenían algún hijo o hija.

En el 1 todo tenía una pátina grasienta de polvo asentado y había olor a pis. Con la abuela fuimos una sola vez en plan visita. La abuela no los quería. La abuela no quería de verdad casi a nadie, pero en general se sentía obligada a amar al prójimo; con ellos no le pasaba. Su patio lindaba con el nuestro, los dos en el fondo de un pozo de aire y luz que no ofrecía ni lo uno ni lo otro. Nuestro patio estaba más elevado. Si me paraba junto al murito que dividía los dos patios, veía la puerta de vidrio a la cocina del departamento 1 y una ventana a una habitación. Nunca había nadie en la cocina y casi nunca estaba levantaba la persiana de esa habitación que creo que era la de Porota y Pancho. Pero esa inmediatez para acceder a la intimidad de los vecinos me mantenía alejada del murito. El patio, que ya era pequeño, pasaba a ser diminuto.

Yo jugaba a hacer rebotar una pelota de tenis contra la medianera. A veces la pelota se me escapaba y terminaba entre las plantas escuálidas que sobrevivían estiradas contra el murito gracias a que mi abuela las regaba desde nuestro patio. Mi abuela quería más a las plantas que a la gente. Cuando se me escapaba la pelota, tenía que saltar de mi patio al de ellos, bajar por una pileta, golpear la puerta de vidrio de la cocina y esperar que me abrieran para volver a casa por adentro. No recuerdo por qué pero ni trepaba de vuelta de su patio al nuestro ni tampoco tocaba el timbre para entrar a buscar la pelota. Tal vez me habían pedido que no tocara el timbre para no despertar a alguno de ellos de la siesta.

Contra todo pronóstico, la primera que se rompió la cadera fue Coca. Mientras estaba internada algo le pasó a Pancho y se murió o también lo internaron. Aparecieron los hijos y se llevaron a Porota y muy pronto el departamento se vendió. El edificio ya no valía nada, pero el departamento no dejaba de ser un tres ambientes con ventanas a la calle en Colegiales, Belgrano o Palermo, según cada quien.

El nuevo propietario se llamaba Santiago. Era joven, morocho, ni lindo ni feo, un poco petiso. Trabajaba como productor o en publicidad, alguna ocupación así, moderna. Trabajaba mucho, salía a media mañana y volvía tarde a la noche. A veces traía alguna novia, pero vivía solo. Nunca se lo escuchaba, nunca se peleaba con ningún vecino ni generaba ningún tipo de problema.

La abuela tenía predilección por él. Le encantaba hacerle favores. Pagarle las expensas (porque él nunca estaba a la hora en que pasaba a cobrar el tipo de la administración), recibirle algún sobre o paquete y creo que también alguna vez le debe haber hecho algo de comer. La abuela decía: a mí me gusta estar entre la gente joven. Santiago la tuteaba y era al mismo tiempo afectuoso y distante con ella, como si le dedicara un tipo de afecto profesional. Conmigo era correcto pero prescindente. Nunca entré al departamento mientras vivió Santiago. Cuando me fui de casa, él seguía ahí. Supe que después se mudó, me parece que con alguna chica.

domingo, 31 de mayo de 2015

Meta balbuceo

y cuando todo es duda y confusión, cuando el volumen de la radiolina mental sube hasta tapar todo lo demás, cuando cada silencio y cada canción se contradicen entre sí, ahí hay que dejar hablar a las manos. Escribo con todos los dedos, descanso en asdf jklñ y con el pulgar derecho apoyado en la barra espaciadora. Así me enseñaron en el curso optativo de mecanografía que hice en primer año de la secundaria. En ese momento estaba tan convencida de que lo mío era escribir que aprender mecanografía me resultaba imprescindible. La Underwood de mi abuelo Benjamín estaba en una de las cabeceras de la mesa del -llamémosle- living comedor. Era como una piedra, como un ancla echada ahí, en ese minúsculo departamento de dos ambientes en Matienzo y Zapata.

((ACÁ PUEDE VENIR UNO DE LOS TEXTOS DE MATIENZO)).

Dejar correr la escritura a través de los dedos y que aparezcan cosas como una evocación del curso de mecanografía, cuyo examen final no rendí. Claro, ya me habían publicado un LIBRO, ya había aprendido a tipear con los diez dedos, no necesitaba el diploma. Era nerd pero no tanto.

((OTRA COSA)).

Ahora hay una mujer parada delante de una ventana. Las copas de los tilos rozan las plantas de su balcón. Se llama Laura, Olga o también La Otra. Mira el balcón, todavía en la sombra de la mañana, mira las hojas moverse con el viento fuerte. Quiere abrir la puerta y salir al balcón pero la anticipación del frío la acobarda. Tal vez no es cobardía, es más bien un estado de parálisis vital. Sufre, Laura u Olga. Es un personaje triste. Todo lo que se escriba sobre ella será aburrido. Tal vez tiene un bebé, tal vez no.

¿Y la princesa montonera? ¿Vuelve con nuevas y fabulosas aventuras? El exilio berlinés, la reparación fallida, la causa penal por la desaparición de los papis, el acoso mediático de su Rucci personal, los éxitos académicos en las principales capitales europeas, las vacaciones al azar en Bretaña o Manchester, tal vez un bebé, tal vez no, todo eso a través de los lentes rosas de la princesa montonera.

(No hay otra manera de saberlo más que ésta).