martes, 4 de septiembre de 2018

Quince

Quince meses tenía yo cuando ustedes saben.

Quince meses tiene Nora.

Hace poco que aprendió a caminar y ahora quiere caminar todo el tiempo. Ya no quiere subir la escalera gateando, ya no gatea más excepto cuando yo vuelvo y quiere correr hacia mí. Me sigue resultando insólito ser la persona preferida de una beba, de un niño, pero aprendí que es así, soy la mamá y eso es lo que los hijos sienten por las madres.

Dice mamá, papá, gol, agua, de nada, sopla cuando le decís que algo está caliente, sabe negar con la cabeza y con el dedito índice mientras chasquea la lengua, tararea, choca los cinco, tira besos que deposita no en la palma sino en el dorso de la mano, ama los zapatillos y el morrón, llora cuando el hermano y el padre se van en bici al jardín. Anoche se subió a una silla para bailar un tema de Michael Jackson.

¿Se reirían ellos conmigo? Este año, esta fecha, los quince meses de Nora, en esta ocasión retraumatizannnte, se me ocurre esta obviedad: que los días de Paty y Jose en ese entonces debían ser desoladores. ¿Cómo se sostiene un estado de alerta tan prolongado? ¿Con qué cuerpo? Lo pregunto mientras se me compacta la espalda por una contractura. Hay teorías un poco mágicas sobre cómo los hijos reviven situaciones de los padres, en especial si son secretas, si no se las puede nombrar. Como siempre me pasa, me gustaría ser menos obvia, o por lo menos tener el tiempo para ficcionalizar las cosas y hacerlas más sutiles, pero no lo tengo, así que antes de la contractura tuve una mastitis.

Otra cosa muy divertida que se me ocurrió este año para esta efeméride del horror: más que miedo a quedarse sola conmigo, Paty debía tener terror de que Jose no volviera. Cuando estoy sola con la beba y miro el reloj a cada rato, ¿temo por nosotras o por Jota?

Ayer Jota me mandó a ver una película de llorar. Me encerré con Infancia clandestina y estuve muy cerca de lograrlo en la escena donde Nati Oreiro canta.

Send lágrimas.




lunes, 19 de febrero de 2018

La declaración de Marcelo

Lo acompañé a declarar. Había algo raro en él, en su forma de hablar o de pararse, y de eso raro era más consciente todavía delante de otros. Era estrábico: a los tres años, un rayo de bicicleta le entró en el ojo. En su casa había una foto de él antes del accidente y era precioso y parecía otro, un Marcelo que en una dimensión paralela seguió creciendo con el ojo normal. Estaba convencido de ser un cheto de Olivos pero no lo era. Se llamaba Moreyra y su papá, entrerriano, hacía corretaje de plásticos. Los domingos de verano en la casa de la Francisca transcurrían para mí dentro de las muchas palanganas y fuentones que More, el padre, atesoraba en un galpón en el patio. Se notaba que hacía esfuerzo para superar lo del ojo, pero estoy segura de que al Marcelo de la otra dimensión le falta una nota de resentimiento que tiene el mío. Era consultor de marketing pero Argentina decía que no tenía nunca trabajo y el hecho de que luego del divorcio volviera a vivir con la Peti parecía darle la razón. Se le notaba el esfuerzo por aparentar un éxito profesional que no tenía. Después se enfermó. Artritis reumatoidea. Hay días que no me puedo mover, me dijo cuando nos reencontramos justo antes de mi viaje a Alemania. Lo contaba como una curiosidad, no como algo destinado a dar pena. Este otro Marcelo que conocí, tan distinto del de mi infancia, era todavía más raro que el pseudo cheto simpatizante de la Ucedé que tenía una estatuita caricaturesca de Álvaro Alsogaray con sus dedos en L. El Marcelo final tenía algo rígido en el cuerpo, difícil de localizar, algo que hacía que las palabras salieran de su boca como mordidas. Para peor, hablaba con una ironía sin gracia que podía llegar a ser agresiva. Así declaró. Un poco como burlándose del hecho terrible de que era la primera vez que la Justicia lo escuchaba contar cómo los milicos tocaron a su puerta en una noche de primavera de 1978 en la que se estaba preparando para salir a bailar con dos amigos. La primera vez, dijo, había sido en una comisaría, porque en esa época la policía instruía las causas, la misma policía que liberó el área para la actuación de los milicos: fue más un interrogatorio que otra cosa, dijo con ese asomo de sonrisa tan raro y la voz como tirada para atrás con fuerza. Fumaba. Fumaba mucho. Argentina le llevaba siempre dos paquetes de Parissiens de regalo, creo que le gustaba comprárselos porque eran los que fumaba Jose. Con evidentes ganas de fumar contó por primera vez el operativo. Cuando empezó a enumerar los autos y camiones, los soldados apostados hasta en el muro del cementerio, enfrente, a Paty en un auto, ¡a Jose en un camión!, dudé, lo confieso. Siempre había imaginado un operativo más discreto, dos autos y ya, algo más acorde al fade out de las desapariciones que se verifica por esos años. El relato de Marcelo era inverosímil. Todo entró en una bruma. Ya no sabía qué era cierto y qué no, no entendía por qué agrandaba todo, si estaba mal de la cabeza o qué, si había alguna patología psiquiátrica que explicara eso raro en él, porque sencillamente no podían ser reales tantos milicos, tantos vehículos. Hundidos en la bruma empezamos después a pasar las páginas del libro de fotos, sin nombres. Marcelo había hablado de un colorado que parecía a cargo de esa parte del operativo y que estaba visiblemente nervioso. Y en ese libro de retratos fotocopiados, en blanco y negro, Marcelo señaló la foto sin nombre de Vázquez Sarmiento y dijo: éste es el que estaba nervioso, el colorado. La bruma se disipa en un instante, el aire se vuelve frío y cristalino, se abre paso el rayo de la Verdad, porque Vázquez Sarmiento es el Colo. Y entonces todo cae de nuevo en una bruma, pero una bruma distinta, la bruma espesa de saber que todo lo que cuenta Marcelo es cierto, que de verdad estuve metida en semejante operativo militar, todos esos autos y colimbas y armas largas para secuestrar a dos hombres que no se resistieron, a una embarazada y a una beba. No puede ser pero lo es, Marcelo reconoce a un pelirrojo en una fotocopia, se acuerda de todo, guardó todos estos años una foto mental de ese momento que no puede haber durado más de cinco minutos pero que desde entonces sucede sin pausa, para él y para mí.  

jueves, 1 de febrero de 2018

Marcelo

El 17 de enero se murió mi primo Marcelo. 

El que no dudó en reconocerme como la hija de su primo cuando la patota de la RIBA se presentó en su casa con una niña en un moisés. En 2016, cuando se juzgó a Graffigna, Trillo y Gómez por el secuestro de mis padres, me sorprendió del testimonio de Marcelo la magnitud del operativo: autos particulares, camiones, colimbas apostados en los muros. Él los vio, a unos y a otros, al todavía prófugo Vázquez Sarmiento, a Gómez, a uno que se parecía al actor Rubén Green y que todavía no pudimos identificar, y también a Patricia y a José.

Al recibirme y hacerse cargo de entregarme a mis abuelos, me salvó la vida, aún a riesgo de la suya. ¿Cuántos de nosotros admitiríamos ser familia de un "delincuente subversivo" ante semejante despliegue de las fuerzas de seguridad?

Marcelo tenía 17 años y esa noche estaba preparándose para ir a bailar.

No estábamos de acuerdo en casi nada. Él había sido de la Ucedé y seguramente apoyaba al gobierno actual, no sé, hacía tiempo que por el bien de nuestra relación no leía sus posteos en redes sociales. Pero nuestras diferencias políticas no importaban. Nos queríamos. Así, como en la foto, lo quise. De su mano conocí los vinilos y los barriletes. Solía sentarme en sus hombros, eran los únicos hombros en los que podía sentarme. Hasta que en un cumpleaños sentenciamos que ya estaba demasiado grande, entonces me alzó por última vez y nos sacamos esta foto.



Fue más difícil encontrarnos de adultos. Pero no importaba. Sabíamos del cariño aunque nos costara hallar tema de conversación cuando estábamos juntos. En Año Nuevo nos saludamos. No puede ser que no conozcas a Norita, le dije, quiero que vengas a casa. Dale, arreglamos, me contestó él. No me contó que se tenía que operar del pie, no era de quejarse y seguramente habrá pensado que era algo menor. Se murió después de la operación.

Ese día yo estaba leyendo Chicos de Varsovia, el libro de mi amiga Ana Wajszczuk. Y pensé en los polacos católicos que salvaron niños judíos. Algunos de ellos eran de derecha, profundamente nacionalistas, y no querían a los judíos en Polonia, pero la matanza de niños les pareció demasiado e hicieron lo que tenían que hacer, a riesgo de sus propias vidas.

Marcelo fue mi polaco católico, pensé.

En el cementerio oí que dos amigas suyas hablaban de mí. Muy bajito, una dijo: "él la salvó". Jamás lo escuché jactarse de eso. Ni en el juicio, ni nunca. Yo se lo decía los últimos años, se lo decía cada vez, cuando se acababa la charla casual y no sabía de qué hablar, se lo decía. Me alivió enterarme de que a pesar de su modestia, él también lo sabía.

Marcelo Rubén Moreyra, mi polaco católico personal, tu nombre estará por siempre inscripto entre los justos de mi nación imaginaria.

lunes, 3 de abril de 2017

8 meses de embarazo

El pensamiento se aproxima, lo alejo como quien espanta un insecto, pero vuelve. Por suerte necesita de un cálculo y soy lenta para las matemáticas y eso me da tiempo para ahuyentar conscientemente esa idea malvada de que me acerco al tiempo de gestación que tenía Paty cuando se la llevaron y mi cuerpo de ahora probablemente sea su cuerpo de entonces, ancho, torpe. No tengo que pensar en eso, me digo, es una trampa y lo peor de todo: es un cliché. La semana 35, no puedo evitarlo, en algún momento la batalla entre ese pensamiento y yo la gana ese pensamiento y el cálculo se hace casi solo, Paty tenía fecha para el 27 de noviembre o algo así, está en la denuncia original de Site incluída en la llamada -ATENCIÓN COLEGAS DE LA ACADEMIA- "Carpeta Madre" de ***. Semana 35 o incluso 34. Pienso en mi dieta y en la suya, lo poco que comería si un huevo duro o un sachet de leche eran algo digno de remarcar, lujos. Pienso en mis paseos al canal y en ella atada a la pata de un escritorio. Pienso en que no quiero estar lejos de Jota estos días. En que me siento vulnerable como una cierva herida. En que mi cuerpo ya no tolera la cama aunque es una cama Malm de IKEA con un colchón Morgedal de látex que ayuda a que el cuerpo se relaje por completo, porque alivia las presiones musculares y proporciona un soporte preciso. Seguramente no es el mejor colchón de Alemania porque Alemania es el emporio de la Matratze, hay una variedad abrumadora de materiales, diseños y precios, pero de todos modos es un buen colchón, aprobado por una multitud de mileuristas europeos. No sé cómo era el colchón de Paty, si lo había. No sé ni quiero ir a buscar el dato al testimonio de B., no quiero estar pensando en esto ahora, quisiera estar en la clase de yoga en la Fichtestraße cantando un mantra que según la instructora quiere decir "Ich bin Mutter" y no en la RIBA ni en la ESMA. Es un cuarto al frente en la planta baja, hay visillos en la parte baja de las ventanas pero la luz eléctrica de la calle se cuela por encima y al ventilar se oye la lluvia que cae sobre el gris oscuro de las baldosas y los adoquines. Son las 5 pero hace rato que es de noche. En cambio en Morón en octubre a las 5 todavía hace calor y las piernas de las embarazadas de 8 meses se hinchan más que las de las embarazadas berlinesas, y más aún sin ningún canal con patos y cisnes y ningún puente azul, sólo un patio o jardín, una vuelta ocasional por ese patio o jardín, tabicada. 

viernes, 10 de marzo de 2017

Recuerdos del (pre)haunting

Un chiste frecuente en *** (no con el Nene, claro, con mis amigas) era el de los pasos que, decíamos, se oían sobre nuestras cabezas. Trabajábamos en una habitación con entrepiso y el entrepiso crujía. Era eso nada más, no aullidos ni cadenas. Crujidos. Pero crujidos en serie que semejaban pasos. En una oficina y en la otra, porque hubo una mudanza. En las dos trabajábamos en habitaciones con entrepiso. Y los pasos nos seguían.

¿Qué querían los fantasmas? En *** estaba claro, tan claro que compensaba todo lo demás. 

sábado, 11 de febrero de 2017

Superpoderes

Encontraron el cuerpo de Jose. Nos harán entrega de sus restos a G* y a mí en un acto formal que organiza una productora de televisión o el canal estatal. En el sueño, G* y yo estamos bien, entre nosotros quiero decir. Él parece más confiado y más contento con eso que yo, yo sigo escéptica en el fondo. Hay que recorrer diferentes lugares mientras nos filman para el especial que se transmitirá en vivo cuando por fin nos den el cuerpo: una sala teatral con muchas butacas, un campo abierto donde no parece haber nada más que yuyos. G* hace muchos chistes malos, yo me río un poco por compromiso, otro poco de verdad. Los dos tenemos superpoderes, pero no sabemos cuáles. Entonces probamos cosas como pegar golpes de karate en el aire a enemigos imaginarios a ver si eso tiene algún efecto en la realidad. Esos superpoderes desconocidos nos van a proteger en la lucha contra los malos, que no se terminó, que no se termina, aunque por ahora no haya ningún villano a la vista. 

lunes, 31 de octubre de 2016

Mi niño berlinés

Ahora que te gusta que te cuenten cuentos, te voy a contar el cuento de tu infancia en Berlín. De tu nombre alemán, y berlinés, porque ¿qué hay más berlinés que los tilos? De la Hebamme chilena que acompañó el embarazo, que me enseñó a darte la teta, a doblar el pañal de tela y a ponerte en el rebozo. De la Geburthaus donde al final no naciste porque parteras malditas hay en todas partes, aunque se proclamen feministas y defensoras a ultranza de la soberanía de la mujer sobre su parto, y del hospital turquísimo donde viniste al mundo ayudado por una técnica instrumental, el vacuum, que en Argentina no se usa. Del frío y la oscuridad de tus primeros días, de nuestro encierro y nuestra soledad. Del día, o más bien la noche, porque era siempre de noche, en que llorando le conté a Nadia por teléfono que me dolía tanto la espalda que no podía tenerte en brazos y que me parecía que llorabas por eso, porque necesitabas más upa, y Nadia me dijo: si no podés tenerlo en brazos, ponételo de bufanda, pero el bebé tiene que estar con la mamá. De nuestro departamento de Sonnenallee y de nuestro barrio, Neukölln, del canal y del puente de Innstrasse, de las compras en las Karl-Marx-Strasse, del Volskpark Hasenheide, de Comenius Garten, de todas las plazas cercanas, muchísimas, donde conociste los toboganes y los sube y baja y juegos que no volviste a ver. Ahora que ya los olvidaste, te voy a contar el cuento de esa Kita nueva en Baumschulenweg donde estrenaste todo, de tu foto sola en los casilleros y tu carpeta sola en el fichero, de tus educadores Isazkun, Daniela y Ramiro que te hablaban castellano y Sabrina y Claudia que te hablaban alemán, de tus amigos Mascha y Tchintan, del bosque en el que paseaban todos los días y del carrito en el que los llevaban. De la ropa de invierno y de los juegos de agua en verano. El cuento de la nieve y del primer día que la registraste, cayendo sobre la cancha de fútbol de la esquina de casa. De las palabras que decías en alemán: nochmal, Milch, fertig, Danke, Bitte, y de la única que conservás, Eichhörnchen: ardilla. De las ardillas, los patos, los cisnes que veías a diario. De la feria de Navidad de Rixdorf que te hicimos visitar todos los días hasta cansarte. De la partida y lo bien lo que te portaste mientras embalábamos todo lo que podíamos traer en quince valijas, sin olvidar siquiera tu ropa de bebé y los juguetes con los que ya no jugabas, simplemente porque no podía desprenderme de ellos, del bebé berlinés que fuiste y que extraño, tu Schneeanzug, tu fascinación por la peluquera del Salon Igel, tu vocecita pidiendo Eis frente al Külschrank y esto que no sé qué es que me hace llorar cuando escribo Külschrank en lugar de heladera, y de la señora que desde su ventana en la Geygerstrasse te veía pasar y exclamaba invariablemente "grosse Augen!". Un cuento donde siempre tengas ojos grandes y amiguitos alemanes, hindúes y chilenos, y tomes leche de arroz y de avena, y aunque haga mucho frío andes más desabrigado que nosotros porque sos de allá, sos de Berlín, sos un turquito más de Neukölln, y es lo que conocés, es tu barrio, tu ciudad, tu mundo. 

domingo, 28 de agosto de 2016

Inspección ocular - II

La RIBA es una ruina. En la parte de la casa vieja, a la que se accede por el portón de la calle San Martín, las goteras corren por las vigas de hierro de los techos altos. Las paredes descascaradas dejan ver diferentes capas de tonos amarillentos. La antigua cocina está inundada. Hace más frío adentro que afuera, un frío húmedo que se mete en los huesos. Me había olvidado de este frío. Berlín es seco: en invierno, la piel se descama y los labios se cuartean bajo el imperio de los radiadores. Este frío de trapo mojado es de acá y no lo viví por cinco años.

Las paredes exhudan un polvillo blanco como de tiza que muy pronto llevamos todos en nuestros abrigos. Trillo en la campera, la jueza en su saco tan regio, el Dr. Tic en el piloto, yo en mi campera gris de tweed, la que usé cada día de mis cinco inviernos berlineses y que no da más. El Dr. Carmela le hará más tarde una broma al secretario: "¿Podemos pasar al tribunal los gastos de tintorería?". Sí, qué chistosa la RIBA.

Pensé mucho en qué ponerme, sobre todo en los zapatos. Recordé un texto de Estela (colega-amiga-vecina en Alemania, ¡hola Estelita!) sobre el calzado adecuado para entrar a un campo de concentración. ¿Con qué suelas pisar la RIBA? Me decidí por las botitas kickers negras, casi mi uniforme de los últimos años, que me llevaron a recitales, aeropuertos y velorios. Soportaron todo, iban a soportar esto también. ¿Para qué sirven los zapatos favoritos si no es para hacernos transitar las más duras pruebas?

Con esos zapatos entré a la RIBA por esa suerte de jardín de invierno por donde deben haber pasado Paty y Jose y subí la escalera que debe haber subido y bajado Paty al menos una vez, para dar esa vuelta al jardín, si es que no la bajaban al baño, y difícilmente la hayan bajado mucho al baño porque la escalera es demasiado empinada para que Paty no hiciera ningún comentario al respecto a las compañeras en la Esma, o tal vez una escalera empinada era la menor de sus molestias. La misma escalera que debe haber subido al menos una vez Jose para reunirse con ella, algún día de fin de semana con alguna guardia "buena" (¿Gómez?). "Alguien lo subía", dice el testimonio de Buchi, y yo imagino no sólo a alguien que consiente y acompaña sino a alguien que manipula ese pobre cuerpo maltrecho. Anunciaron que primero caminarían los jueces con los testigos y el secretario, después Trillo con uno (¿o más?) penitenciarios y Dr. Tic,  después toda la troupe de abogados y nosotros.  En realidad, Trillo se demora para observarnos a todos, como lo hace en cada audiencia. No soporto darle la espalda, que pueda verme sin que yo pueda verlo. Trillo reconoce y comenta con su abogado cada espacio, pero apenas le echa un vistazo rápido desde afuera a esa habitación revestida en machimbre donde creemos que estuvo Jose, que tiene abierta la loza para conectar por medio de esa escalera tan empinada con esa pieza precariamente levantada, que es donde pensamos que estuvo Paty. En el medio de esa segunda pieza, la de arriba, se agazapa una montaña de polvo. Pequeña, pero montaña al fin. No de basura, de polvo. Como si hubieran barrido el polvo muerto acumulado en años de abandono del lugar, de no saber qué hacer con él, como si hubieran encontrado la escoba para barrer años de desidia pero no la pala, entonces barrieron bien, hicieron la montañita que hay que hacer, y la dejaron ahí. La pisamos casi todos, porque es discreta, silenciosa, y el lugar es oscuro, lo vemos a la luz de la cámara del Incaa que filma. Yo también la piso, así me entero de su existencia, cuando siento eso que cede blandamente bajo la suela negra de mi zapato.

A la vuelta nos mojamos a propósito caminando desde la estación Caballito hasta casa bajo la lluvia. Comentamos todo, nos reímos, vamos rápido. Por Aranguren, levanto un gajo del suelo, una planta de hoja brillante y tallo grueso que ahora prolifera en los canteros del barrio. Llego y me saco la campera y los zapatos empapados en la entrada y no me alcanza, me saco el pantalón, el pulóver, la camiseta, las medias, me doy cuenta de que tengo que bañarme, como una chica violada en una película berreta tengo que bañarme para sacarme la RIBA de encima. Y la ropa, no puedo lavar la ropa porque llueve, pero la meto en el canasto, mi ropa y la de Jota, toda la ropa que estuvo adentro de la RIBA y que tiene olor a tiza mojada y a polvo mojado. Saco el canasto al patio y cierro con llave. 

domingo, 24 de julio de 2016

Inspección ocular - I

La inspección ocular a la RIBA tiene algo de excursión. Estamos todos: los tres jueces (el presidente del tribunal, la jueza mujer, el juez pelado); el secretario que a pesar del mal tiempo hoy también clavó saco de pana porque le sobra actitud; el prosecretario, las chicas que asisten al secretario (ignoro el cargo, chicas, ¡perdón!) y hasta el cana que parece el responsable de la seguridad en la sala de audiencias de San Martín; el fiscal y su equipo, a los que adoro en masa; Pablo mi abogado y Coco, mi otro abogado; el equipo jurídico de ***; los abogados de la secretarías de derechos humanos de Nación y Provincia, que forman para mí un conjunto indiferenciado de profesionales jóvenes, quizás más jóvenes que yo, todos igual de buena onda y de comprometidos, como los de la fiscalía. Es un alivio nerdearla con otros, que otros conozcan lo mismo que yo de esta parte de la historia, que otros hayan estudiado como yo, de pe a pa, los documentos y testimonios de esta causa. Fueron muchos años de cargar sola con el peso de la información. Que aunque poca, pesa.

G. está aparte. Lo convocaron como testigo y los testigos esperan en uno de esos espacios indescifrables de la RIBA, al costado de la entrada por la calle Entre Ríos. Del lado de adentro de este portón, bajo un techo que ya no recuerdo cómo era, nos agolpamos todos, porque llovizna.

Estoy con Jota. El tribunal no admite hoy público ni prensa, pero hicimos un pedido especial para que me permitieran estar acompañada por mi marido (para estas cosas garpa estar casados, para decir "mi marido" y que automáticamente todo adquiera un aura de madurez y seriedad). Se supone que la contención queda a cargo de las psicólogas del centro de atención a la víctima, pero tengo dificultades para ser contenida por extraños. Disculpen, si es que leen, no quiero ofenderlas, son simpáticas y vienen siempre, pero no nos conocemos realmente, ésa es la verdad. Si alguien va a saber lo que me pasa y va a hacerme bien con su sola presencia, ése es Jota. Además, con Jota jodemos que tiene que tocarme el culo en alguna parte del recorrido, para que no se corte la tradición inaugurada en la Exma.

Vino Lito, compañero de Jose en Tres de Febrero. Aunque sabe que no va a poder entrar, vino igual. Le permiten asomarse para darme un beso y me dice que nos va a esperar en la vereda.

También están Dr. Tic y Dr. Carmela, los abogados de la contra. Y Trillo. Es el único de los imputados que quiso venir. Excepto Trillo, que espera en un auto del Servicio Penitenciario, todos los demás nos apretamos en este par de metros cuadrados a la entrada mientras esperamos la eternidad que tarda en llegar uno de los jueces. Y como ésta es la octava vez que nos encontramos todos, y estamos fuera del contexto habitual, siento un primer impulso de saludar a Tic y a Carmela como al resto. Por eso decía antes que hay algo de excursión, de estudiantina en una salida del colegio, perturbardora sensación que se desvanece en cuanto dirijo mi vista a esto que difícilmente puede ser llamado jardín, por donde Gómez hizo caminar a Paty; ahí recupero una sensación tranquilizadora de asco y espanto. 

lunes, 4 de julio de 2016

Movimiento en alemán se dice Bewegung

Cada tanto Argentina movía los muebles. Daba vuelta la orientación del living, con su Meca en la tele, y el sentido de las cabeceras de las camas. La mesa de luz era una candidata segura a la relocalización, lo mismo el fallido sillón cama. Cambiaba de lugar los adornos, la palomita de cerámica donde antes estaba el poster chino aterciopelado, y rotaba los estantes rústicos obra del tío More que albergaban a su vez más adornos, como la taba o la campana de bronce. Me gustaría poder decir que lo hacía sobre todo cuando tenía problemas, pero ella parecía tener problemas todo el tiempo. Estoy pensando ahora que el despojamiento de los últimos años, que la llevó a desprenderse de cosas como el busto de Yrigoyen, mi libro de Tom Sawyer, la taba y la campana de bronce, pudo tener que ver con esta imposibilidad de fijar un orden en su casa. Algunos ítems rebotaron hasta ser finalmente expulsados.
Me puse a ordenar las bibliotecas. Dormimos donde era el estudio; una pared del dormitorio es biblioteca, la pared que separa nuestra pieza de la de Tilo. No descanso bien con los libros del temita sobre mi cabeza, a la derecha, suspendidos sobre la respiración de mi hijo. Temo que durante la noche se derramen la masacre de Trelew, los desaparecidos de Paine y la contraofensiva montonera sobre nuestros sueños. No soporto la culpa de traer adosado todo esto que no puedo llamar más que El Horror. Sé que no es mi culpa, que nada de esto es mi culpa, que es todo culpa de los milicos, bla bla bla. Alguien que le avise a este sentimiento horrible. Así que me quedo hasta cualquier hora subida a la escalera, franela en mano y estornudando, mientras Jota duerme a Tilo, destematizando la biblioteca del dormitorio matrimonial, limpiándola incluso de libros teóricos de cualquier índole, por las dudas. Y descubro que mi biblioteca sobre el temita es bastante importante, en el sentido de vasta, (en el sentido de ¡basta!), y corro una estantería para hacerles lugar más a mano a los libros de la tesis que en cualquier momento retomo, y una mesa de apoyo va a ocupar el vacío dejado por la estantería que ahora es mi nueva biblioteca laboral, y me acuerdo de Argentina probando el chiffonier contra cada pared y cada ángulo posible del diminuto living comedor de Matienzo y es de esos momentos epifánicos en los que se ve la conexión, el sentido, la continuidad, y no es con enojo esta vez, qué alivio, al menos eso. 

viernes, 1 de julio de 2016

Sueños feos

Tilo se despierta asustado. Cocodilo, dice, y llora. Me acuesto con él, hablamos de sueños feos, de cocodrilos y monstruos que viven en las selvas y en los libros y en los sueños pero no en las casas ni en las ciudades. Nos dormimos. Sueño con un viejo horrible disfrazado grotescamente de nena, en un vestido de comunión pero no blanco sino de un rosa o beige indefinido y sucio, con peluca de pelo largo y lacio peinado en una media cola. La cara con piel de nicotina cambia un poco y de pronto es Gómez, Gómez hoy.

Me despierto asustada. En la oscuridad, vuelvo a mirar esa cara horrible, la analizo y clasifico y la ubico en un cómodo cajón de mi subjetividad, hasta que escucho la respiración de Tilo, y me castigo por soñarle el horror tan al lado. 

martes, 14 de junio de 2016

De doler y de duelar

El testimonio de mi prima Edith fue muy breve. Ella no vio nada de lo que pasó afuera. Estaba en la casa de sus tíos, al cuidado de su abuela. Su abuela se descompuso y su primo se hizo cargo de la situación. Le dijeron: no cuentes nada.

Me vio a mí. A mí corriendo alrededor de un sofá. No lo dijo ayer pero me lo contó hace tiempo: corría llamando a mi papá. El sofá lo recuerdo. Era naranja y áspero. Escucho hablar de esa niña-que-fui y me pregunto cosas que antes no me preguntaba, como: ¿cuánto tiempo habré estado con los pañales mojados? ¿habré estado separada de mi madre, en las manos de un extraño? ¿habré llorado mucho? Lloraba mucho, esto recuerda otra prima, sentada sobre una cama en la pieza de la Francisca, mientras esperaba que vinieran mis abuelos a buscarme. Escucho hablar de esa niña-que-fui y no puedo evitar pensar en Tilo y me duelo yo misma como si fuera mi propia hija. 

viernes, 3 de junio de 2016

Diario transnacional

Estos últimos años en Europa hice mucho coolhunting académico y les aseguro que lo transnacional es una tendencia en los memory studies que llegó para quedarse. Por eso, la Princesa Montonera desembarca en España, con un prólogo de Patricio Pron que traduce para el lector ibérico "crochet" ("ganchillo") y otras cosas igual de importantes y necesitadas de traducción.

Sueño con intruso

Sueño con una casa cerrada donde se esconden algunas personas o cosas. La casa es real pero también es un decorado. Hay una ventana por donde se mete Trillo, que quiere algo o a alguien que está en la casa. Trillo salta y queda colgando en la ventana con medio cuerpo adentro y medio cuerpo afuera. 

lunes, 23 de mayo de 2016

Un post inconcluso

Sobre G., ex Gustavo en Diario de una princesa montonera, ex ex hermano, mucho más ex maldito bastardo, por siempre ex Rodolfito, parece que declaré algo así:

Que crecí con un fantasma como hermano, una sombra que crecía al lado mío. Que encontrarlo fue la razón de mi vida. Que busqué a mi hermano pero encontré al hijo de ellos, del imputado Gómez y su esposa Teodora Jofré, bueno, también de mis padres, pero también de ellos. Que el mes y medio que pasó entre el día que lo encontré y el día que supimos los resultados de los análisis fue la Edad Dorada de Nuestra Relación, y que con la instrucción de esta causa supe que aún en ese entonces me había mentido, que él estaba tan seguro de ser mi hermano porque ya tenía la confesión de Gómez, y no me lo dijo. Que compartimos un lazo de sangre pero nada más, que no hay una historia en común, que aunque lo intenté todo, incluso una terapia familiar, nunca se pudo construir una relación. Que hace diez años me tiene embargada por una laguna en las leyes reparatorias, porque estas leyes no contemplan específicamente a las familias de niños desaparecidos. Que no hay una plena comprensión de lo que significa la desaparición de niños para nosotros, para los familiares que quedamos, y este conflicto legal es una expresión de eso. Que no van a ver en este juicio la estampa de una familia feliz unida en la búsqueda de justicia. Que somos una familia destruída y que cada uno llega a este juicio como puede.

Cuando terminé, me pidió, o me ofreció, no sé, un abrazo. Dije que no. Me pidieron una foto los tres juntos y dije que no. Y me sentí bien. Porque así son las cosas. Tristes pero así.

Y sin embargo, en distintos momentos de la semana me sorprendí pensando en él, pensando que si yo estoy conmovida, él debe estar desquiciado, fantaseando por muy breves instantes con cómo hubiera sido llegar a esta instancia juntos. Otra vez el fantasma de Rodolfito, el hermano que no fue. La sombra pasa rápido, la tentación contrafactual también.

Mañana declara G.,



* * *



Esto había escrito el domingo 15 a la noche. Mañana declara G, coma. No supe cómo terminarlo. Hoy, una semana después, todavía no sé qué escribir sobre su testimonio. Por primera vez en mucho tiempo, no sé qué decir (qué sentir, qué pensar) sobre él. 

miércoles, 11 de mayo de 2016

Policía de la moda de los imputados

El lunes 2, Omar Domingo Rubens Graffigna, Jefe del Estado Mayor General de la Fuerza Aérea en 1978, lució un impermeable beige virando hacia el verde militar y un coqueto pañuelo al cuello. El cabello peinado a la gomina como es de rigor en su generación, su clase y su métier (el genocidio) y unos bigotes cuyo acabado no está a la altura del resto del look. El miércoles su canosa cabellera se veía más natural, a tono con la imagen de fragilidad que transmitió al trastabillar en la entrada. La polera blanca le daba un aura de pureza y de elegancia casual típica del barrio de Belgrano. Su outfit grita "autor mediato", ¡muy logrado! 


Para el primer día, Luis Tomás Trillo, responsable de la RIBA, optó por un look vampírico, con ojeras, traje oscuro e impermeable sobre los hombros a modo de capa. La venda en la mano sumaba un detalle sangriento. El miércoles aligeró su outfit con un pantalón verde, militar naturalmente, y llevando el impermeable de modo tradicional. La superposición de saco y piloto creaba un efecto hombreras muy eighties, década que Trillo seguramente añora pues entonces gozaba de un muy conveniente anonimato, que lo mantendría alejado de los tribunales hasta 2013. 


El agente civil de inteligencia Francisco Gómez, por su parte, se mantuvo fiel a su look "pobre hombre", como lo caracteriza su letrado: camisa sin corbata y campera conurbana en bordeaux, negro y azul. Los anteojos discretos y el cabello corto y prolijo acompañan. Su actitud canchera del lunes lo pone en evidencia como el buchón que fue y no lo favorece tanto como el aspecto abatido que mostró el miércoles ante las dos testigos Es por ahí, Gómez!


¿Qué prendas elegirán para la próxima audiencia del lunes 16? 

jueves, 5 de mayo de 2016

Juicio día 2 - Una crónica cotorra

Así lo relataron Memilí y Coca, soldadas de la amistad, en el chat:

MEMILÍ: Acá salimos. Perez lo más. No tengo palabras. Fue conmovedora, inteligente, firme, angustiada, fue todo. La vara muy alta, como dijo Coca recién.
COCA: Perez enorme.
VANE: ¡Bien Perez!
CATA: (Aplausos).
DIDI: ¡Bravo!
MM: Qué momento tremendo.
MP: Felicitaciones. Qué conmovedor debe haber sido.
DIDI: ¿Van a comer algo rico?
COCA: Muy conmovedor. Nos tuvimos que ir, pero seguía porque declaraba Rosa ahora.
MEMILÍ: Estamos cortas de palabras.
FLORI: Qué grande Perez. Abrazo fuerte.
DIDI: Qué fuerte. Abrazos y besos para ustedes también.
(Una hora después)
MEMILÍ: Qué difícil salir de este estado, ¿no? Coca debe estar abrazada a Juaneke. Y Perez aún ahí escuchando a su abuela. Aún no tengo suficientes palabras para definirles lo que hizo Perez. Pero quiero contar dos cosas. El abogado mierda de los mierdas dijo "¿usted considera que los acusados son sus enemigos?" Y nos quedamos asombrados.
VANE: Contá. Por favor.
MEMILÍ: Y Perez para ganar tiempo dijo "¿tengo que responder a esa pregunta?". Y el juez dijo que sí.
VANE: Contá, contá.
MEMILÍ: Y Perez dijo no. Ellos me consideran a mí su enemiga. Ellos nos consideraron a nosotros, a mi familia, como sus enemigos. De pie, hijas de puta. Esa respuesta.
MM: Bravo.
VANE: (Aplausos).
MEMILÍ: De la nada. La sacó de la nada en medio de la angustia. También dijo "ay, yo de autos no entiendo nada", con voz de tonta, cuando le preguntaron qué auto tenía su papá que les robaron. Momento rubia.
VANE: ¿Qué más?
MEMILÍ: Cada vez que decía "yo ahora soy madre", Coca se quebraba. Cuando se levantó a jurar que decía la verdad, se le vio la bombacha.
VANE: (Risas).
PEREZ (desde los tribunales): (Risas).
MEMILÍ: El abogado de la contra, como le dimos en llamar con Coca, tenía el pelo teñido.
VANE: Qué más, qué más.
MEMILÍ: Y era una especie de Puma Rodríguez. El otro abogado de la contra tenía tics y era espantoso. Nosotros los del otro lado, de los buenos, éramos todos lindos.
DIDI: Nosotros los del otro lado, de los buenos, éramos todos lindos.
MEMILÍ: Perez estaba bella. Jose en más de una oportunidad se sentó en la punta de la silla sufriendo mucho. Lo vi.
DIDI: Aplausos de pie.
MEMILÍ: Perez le habló al juez y le dijo "yo confío que ustedes bla bla". Maestra. Y al final por si faltaba poca lágrima, leyó una carta de su abuela Argentina.
VANE: ¿Qué decía?
MEMILÍ: Una carta que Argentina le escribió a su hijo y que nunca le dio. Rompió todo con eso.
VANE: La puta madre.
MEMILÍ: Perez habló de su hermano con maestría.
VANE: Ya lloro.
MEMILÍ: Y luego cuando él se acercó a saludarla ella le habló con dureza. Lo vimos.
CELE: Ay Dios. Recién aterricé.
MEMILÍ: Bienvenida Perla.
CELE: Gracias, ay, qué emoción lo que contás.
VANE: Contá más.
CELE: ¡Perez, qué huevos!
DIDI: Perez te quiero.
MEMILÍ: No saben lo que es huevos.
CELE: Gracias Marita por contar.
MEMILÍ: La boluda se puso ahí en mi alma a la altura de Marie de una, eh.
CELE: Sos nuestra [poner nombre de periodista. No sé ni uno].
MEMILÍ: Lo que hizo entra en el récord de cosas que yo voy a admirar por el resto de mi vida. Estoy muy, muy conmovida en serio, chicas.
VANE: (Aplausos).
MEMILÍ: Coca debe estar aún hecha un rollo llorando, jaja.
VANE: Coca, contá vos también.
MEMILÍ: El juez los bardeó bastante a los abogados.
CELE: Ay, qué emoción, qué templanza.
MEMILÍ: Más que bastante, fue un cachetazo tras otro. Perez hizo mucho hincapié en algunos mensajes claros. Como su propia desaparición. O la situación del hermano que se le puso en contra tantos años. O su amor por sus abuelos Argentina y José.
DIDI: ¿Y él qué hacía?
MEMILÍ: O lo que debería estar en el juicio y no está. Ella decía: no comprendo cómo tal cosa o tal persona no forman parte de este juicio. Trillo la miraba mucho. Gómez miraba para abajo. Graffigna parece no entender nada.
CELE: Tiene 200 años, ¿no?
VANE: Yo le dije eso a Perez también. La piba estuvo un día desaparecida a los tres años. Por dios. Qué tremendo.
DIDI: ¿Gómez es el expropiador de G.?
CELE: Sí.
MEMILÍ: Es del 26.
VANE: SÍ. Apropiador.
MEMILÍ: A los 15 meses.
DIDI: Sí, perdón, apropiador.
VANE: Más chiquita, por dios. Qué desolación.
MEMILÍ: Ella contó ese día con mucha intensidad.
VANE: Hijos de puta. ¿Qué contó?
MEMILÍ: Y cómo su mamá se asomó en el auto y les pidió a sus primos que la cuiden.
CELE: ¿Cómo estará ahora? ¿Aliviada? ¿Angustiada? ¿Fuerte?
MEMILÍ: Momento de llanto desolado de nuestra parte.
COCA: Perez enorme.
MEMILÍ: Perez enorme.
COCA: Hay que tener ovarios, la puta madre. Estaban ahí. Los hijos de mil puta.
MEMILÍ: Yo aún lloro.
VANE: Perez corazón.
COCA: Y ella sentada.
DIDI: Piel de pollo.
COCA: Con calma. Pero con determinación. Contó todo.
ROCÍO: Qué lindo lo que cuentan.
MEMILÍ: Con la etiqueta de la remera afuera.
FLORI: Qué lindo lo que cuentan. Triste lindo. María Emilia me hacés llorar de risa nivel Sandrini.
MEMILÍ: Es que hubo momentos altísimos.
CELE: Sí, es una genia relatando esto. Yo sólo lloraría.
COCA: Marita les decía la contra. A los milicos.
MEMILÍ: Como la cámara enfocando a Coca vestida de cono.
COCA: Y me estallaba.
MEMILÍ: O la tía de Perez ahogándose.
VANE: ¿Ahogándose?
MEMILÍ: Se ahogó con tos.
DIANA: ¿De llorar?
COCA: Ay sí. Se ahogó tosiendo, pobre.
MEMILÍ: Me dijeron: ¿tu mamá está bien?
DIDI: ¿Y Rosa?
MEMILÍ: Ah re dale, mencioname a mi mamá en este momento.
ROCÍO: ¿Qué opinaron de G.?
COCA: Rosa no estaba.
MEMILÍ: G. es dable, punto uno.
COCA: Pues no podía escuchar la declaración de Perez antes de declarar.
MEMILÍ: Pero punto dos, se nota que no lo queremos. Y cuando se acercó a ella, Perez lo sacó.
CELE: Qué duro todo.
DIDI: Tremendo.
COCA: Jose se puso mal cuando le preguntaron si los milicos eran sus enemigos. Todos nos pusimos mal. Pero él se salía de la silla.
MEMILÍ: En un momento salió una persona de adentro y me dijo: "pregunta Mariana si su marido está acá".
COCA: Y con la respuesta de Perez el juez nos retó.
MEMILÍ: Cuando Perez estaba esperando no podía vernos y preguntó por él. (Amor).
ROCÍO: Qué bueno que hayan podido ir.
MEMILÍ: El juez nos retó y nos dijo que una sola expresión nos sacaba a todos. (Sirenas).
ROCÍO: Ojalá podamos ir todas juntas un día.
VANE: Qué bien Perez.
MEMILÍ: Pero era bueno el juez.
ROCÍO: ¿Vieron al secretario AKA Brancatelli?
MEMILÍ: Hermoso el secre.
ROCÍO: (Risas). Y el pelotudo de la contra con ese tic del orto. Odioso.
MEMILÍ: Hermoso el abogado de Abuelas.
ROCÍO: Quiero ver la declaración de Perez.
MEMILÍ: Ay, el tic.
DIDI: El día de la sentencia.
VANE: Sí.
MEMILÍ: Y Coca dijo: "tiene ese tic porque ese hombre no descansa", o algo así.
VANE: ¿No se puede ver ni leer?
MEMILÍ: Y el otro está teñido.
ROCÍO: No duerme pues defiende villanos.
MEMILÍ: Perez habló de la juguetería del papá.
VANE: ¿Qué dijo?
COCA: Eso dije. Hijo de mil puta, no dormís tranquilo.
MEMILÍ: Dijo que cuando lo secuestraron tenía mucho stock "porque venía la Navidad". Y que le robaron todo. Y que les robaron todo de su casa incluyendo una puerta plegable. Momento dolor.
VANE: Hijos de puta.
MEMILÍ: Yo lloré con momentos insólitos como la puerta plegable.
VANE: La verdad, Marita. Qué disfuncional.
MEMILÍ: Perez dijo la marca de la puerta (No, rubia de mi corazón, dije que era de petiribí que es una madera). Lloré con el cotillón de Navidad. Y luego le dije a Coca: "hace meses que no lloro".
VANE: Es terrorismo.
MEMILÍ: Pensé que la pastilla me había sacado la habilidad. Pero se ve que un crimen de lesa humanidad me hace llorar, me dijo Coca.
VANE: ¿Qué cosas le preguntaban a Perez?
MEMILÍ: Ella habló mucho sola, luego le preguntaron los abogados, luego el fiscal. Y cuando le tocó al de los malos fue el momento enemigos.
CELE: Este chat hay que guardarlo para siempre. Está dentro de los Altos Momentos Cotorra, parafraseando a nuestra heroína.
DIDI: Estaba pensando en eso, Cele. Esto y Marie.
CELE: Es muy groso.
MEMILÍ: Totalmente. Éste fue un momento cúlmine en la historia de la vida cotorra. Faltaba el gotero. No imagino cómo estará Perez, yo me siento que me pasó un camión por arriba.
FLORI: Estoy llorando de risa y de angustia en la oficina. Lo de la puerta plegable, grité de risa. Las amo por el relato.
MM: Qué intenso todo. Y qué carajo tendrás en el alma para ser culpable y escuchar todo sin inmutarte.
ROCÍO: Mal. El lunes pensé que seguro Marie estaría ahí.
MEMILÍ: Ah, Rocío, gracias. El golpe final. Creo que me voy a ir a comprar unos vestido o algo.
(Dos horas después).
COCA: Perez, ¿cómo estás con el saludo de G., etc?
PEREZ: ¡Me quiso abrazar! Es un caradura.
COCA: SÍ. Y lo cortaste en menos diez.
MEMILÍ: Yo te escuché y te estaba mirando. Vos en el juicio fuiste muy clara sobre él.
COCA: Estábamos ahí agazapadas listas para cagarlo a trompadas.
VANE: ¿Qué dijo sobre él?
COCA: A mí me pareció muy bien cuando dijiste que ahí no iban a encontrar una familia unida buscando justicia. Sino una familia destruida.
VANE: Tremendo. Perez, lo de la carta de Argentina y lo de tu mamá pidiendo que te cuiden fue desarmante.
MEMILÍ: Perez dijo que hay un lazo de sangre pero no otra cosa.
PEREZ: ¿Eso dije?
MEMILÍ: Porque su hermano fue criado por militares. Sí. Dijiste que no encontrabas en él otra cosa. O algo así. Que no tenían una historia en común. Fuiste muy clara sobre él. La carta, Dios mío, la carta. Fan de Argentina soy.
PEREZ: Ah sí, que había encontrado al hijo de ellos.
VANE: ¿Qué dice la carta?
COCA: Dice cosas que una mamá le dice a su hijo desaparecido que sabe que no va a volver a ver. Cosas de amor. Todo amor. Lloro de nuevo.
VANE: Yo también lloro.
MEMILÍ: Boludas, yo lloro de nuevo.
VANE: Y yo no escuché la carta.
MEMILÍ: Y yo estoy medicada.
VANE: La reputa madre.
MEMILÍ: Perez, sacale foto a la carta así Vanesa llora tres días seguidos.




lunes, 2 de mayo de 2016

Juicio día 1

Después de meses de indefiniciones y postergaciones que me tuvieron en vilo desde el lejano fin del verano berlinés, después de un millón de formularios y cartas y trámites en alemán, después de una mudanza internacional, después de vomitar deber de memoria y de enfermarme de la garganta y padecer otras afecciones habituales a la hora de revivir el trauma cuyo detalle omitiremos, después de llorar dos domingos seguidos, todo atravesado por el aniversario de la muerte de Marie,

empezó el juicio.

Elegí ir con un amiga, con una de mis amigas de la época de los blogs. Desde la muerte de Marie nos decimos soldadas y a mí un poco me hace ruido pero soy hija de combatientes del ejército montonero así que no sé qué me hago. Allá me esperaban dos compañeros de mi papi. A uno lo conozco desde hace 5 años, cuando comenzamos a reunirse los familiares y amigos de desaparecidos de Tres de Febrero; al otro lo conocí el sábado pasado y fue un encuentro cálido en el que la presencia de Jose (o Aníbal) nos sobrevolaba alegremente.

¿Qué decir de los milicos? Que son feos y tienen caras de malos. De verdad. Que se negaron a declarar pero no por eso se privaron de hacer un poco en show. Trillo dijo que en sus ratos libres, antes de la detención, se dedicaba a la beneficencia. Gómez respondió, cuando el presidente del tribunal le preguntó si tenía hijos: Sí, tenía un hijo. En alusión al hermano que me robó. Hubo respectivamente risitas y murmullo indignado en la sala.

Yo estuve contenta. Estoy contenta. No me lo imaginaba. No sé si mañana podré levantarme de la cama pero hoy estoy contenta porque empezó el juicio por fin. Ahora digo esto tan simple pero cuando una joven estudiante de comunicación me preguntó "¿cómo te sentís?", la saqué carpiendo, pobrecita, qué carácter. 

martes, 19 de abril de 2016

Recta final

Entramos en la recta de la verdad y la justicia, me escribe Pablo, mi abogado, y un poco me da risa porque ya no puedo tomarme en serio esas militonteces, pero otro poco me conmueve porque es sincero. Porque se ocupa de la causa -la causa judicial, quiero decir, no la Causa, es muy difícil distinguir mayúsculas y minúsculas cuando nos movemos en estos pantanos del paradigma punitivo. Porque conoce los hechos, porque siempre responde, porque jamás me dijo que algún día las cosas van a cambiar con mi hermano, porque maneja un delicado borde entre el respeto y la presión de ésa que ayuda a concretar cosas difíciles. Por todo esto, le permito que me escriba lo de la recta final de la memoria. Con Jota jodemos con que todo queda bien con "de la memoria". Por ejemplo, el viernes a la noche estuve en la banquina de la memoria. Jaqueca y vómito. Vamos a ahorrarle trabajo a los investigadores que nos leen y hagamos un link con el vomitar historia ya narrado. Otro chiste que tenemos con Jota es el de los juegos de la memoria. Por ejemplo, el "memotest de la memoria", donde hay que unir figuras y emblemas de la lucha por la memoria, la verdad y la justicia: pañuelo con pañuelo, Estela con Estela, León Gieco con León Gieco, Estela&Guido con Estela&Guido, Edificio Cuatro Columnas con Edificio Cuatro Columnas (acá estoy haciendo un chiste muy para el ghetto, sepan disculpar, la tentación es demasiado grande), bandera de H.I.J.O.S. con bandera de H.I.J.O.S., etc. Otro: el "dígalo con mímica de la memoria", donde hay que adivinar personajes, lugares o hechos históricos relacionados con los años 70 y el movimiento de derechos humanos. "Intento de copamiento del Regimiento de Formosa" es una de las difíciles. El otro día en el EAAF me pasé de lista jugando a la trivia de los desaparecidos (y acá no digo "de la memoria" porque me parece que no aplica, otro día profundizamos, o no). En mi afán por demostrar que sabía quién era cierta (NG) "Mafalda", dije el apellido antes de que B. (a quien había ido a acompañar) pudiera decir nada, y M. me clavó los ojos en los míos retándome tanto en silencio, tanto, que me sentí como cuando el maestro de tercer grado Osvaldo me puso el único regular en conducta que tuve en mi vida.
Ahora todo se explica con el juicio. Debo un artículo, el 2 de mayo empieza al juicio. Me olvidé de corregir una obra para una antología, el 4 de mayo declaro. 

miércoles, 16 de marzo de 2016

El domingo me impuse la ya abandonada tarea de hacer de éste un diario verdadero. Un registro día a día. Bueh, ahí va:

Lunes y martes avancé vagamente en la organización de reuniones. Sólo tengo pendientes los llamados telefónicos. Lo aburrido de todo esto no lo hace menos tortuoso. Tortuoso y aburrido se me manifiesta el temita estos días.